Los motivos de la selva
En la madrugada del 1 de enero de 1994 México despertó con las imágenes de un ejército indígena tomando las calles desveladas de San Cristóbal de las Casas. Muchos de los combatientes cubrían el rostro con pasamontañas y paliacates y sus armas eran de diferentes calibres, algunas muy viejas, incluso las había de palo. Al país no lo cimbró la capacidad de fuego del nuevo movimiento armado que decía llamarse Ejército Zapatista de Liberación Nacional sino la mirada resuelta de aquellos rebeldes y la fuerza expresiva de sus comunicados. Las imágenes fotográficas que insistían en mostrarnos las miradas indígenas que asomaban tras los pasamontañas irrumpieron en las páginas de los diarios y se metieron por los ojos en nuestro imaginario mientras leíamos sus causas y argumentos en una prosa clara, convincente y honda, no exenta de humor y muchas veces dotada de una inspirada capacidad poética. Han pasado treinta años desde entonces y hoy aquellos rebeldes ya no son los mismos de entonces: han formado generaciones nuevas a partir de su manera de ver el mundo y han sido capaces de defender porciones irreductible de sus territorios y ensayado distintas maneras de ejercer su autonomía. En este proceso histórico los zapatistas cambiaron definitivamente la manera entre paternalista y racista con que la nación pensaba el ser indígena: hoy el resto de México ve aquellos pueblos con mayor respeto y entiende mejor sus razones, esta percepción actual le debe mucho al trabajo de los fotógrafos que esta exposición revisa, valora y vuelve a poner ante nuestros ojos. Para ello, esta muestra se remonta a la fotografía etnológica de la primera mitad del siglo veinte y a aquella que registra las manifestaciones de protesta indígena que fueron preámbulo del levantamiento popular. La exposición incluye desde luego múltiples registros del conflicto armado y las movilizaciones indígenas contra la militarización y la represión, los diálogos y encuentros con la sociedad civil y los procesos de construcción de la paz y la autonomía. Se trata de recordar pero también de renovar nuestra mirada con una perspectiva actual, donde se hacen presentes las experiencias políticas zapatistas, sus procesos culturales y los trabajos por construir diálogos y puentes con otros movimientos de resistencia indígena y anticapitalista en el mundo. Tenemos que reconocer que en el mismo plazo de tiempo que va de 1994 a 2024 México ha sufrido un inmenso deterioro, caracterizado principalmente por el crecimiento de la violencia criminal y la consecuente degradación de las instituciones públicas y de la vida diaria de la mayoría de los mexicanos, mismos que, también es justo reconocerlo, no han dejado de proponer y experimentar múltiples alternativas políticas, sociales y culturales. Quizá por eso es un buen momento para volver a mirar en aquella dirección, justo ahora que los zapatistas nos informan que la violencia que inunda el país agrede todos los espacios donde han estado ensayando lo que en la cultura y cosmovisión tseltal se llama lekil Kuxlejal (la vida buena) , y cuando es verificable que estas experiencias han dado resultados positivos para sus gentes y comunidades, aún mas si se contrasta la vida en los territorios zapatistas con el paisaje de criminalidad y horror que ensombrece el territorio nacional, al que se suma la devastación del medio ambiente y las consecuencias del cambio climático, el predominio del capital sobre la soberanía del Estado, las crisis de los sistemas de salud y educación o la tragedia humanitaria que acompaña las nuevas olas migratorias. En este contexto es una promisoria paradoja pensar que los pueblos que se levantaron en armas en el sureste de México a finales del siglo XX hayan hecho suya la iniciativa de las personas –no solo de México, sino de otras partes de mundo– que apoyaron su movimiento pero también les pidieron no seguir el camino de la guerra. Gracias a esa decisión política el EZLN, las comunidades y bases zapatistas, llevan casi tres décadas de practicar la desobediencia civil pacífica y la noviolencia, a pesar del incumplimiento por parte del gobierno de los acuerdos de San Andrés Larráinzar, apenas el primer paso para la solución del conflicto. Los zapatistas, que se reconocen como un ejército, han sido sin embargo una fuerza de paz cuyas acciones y palabras, experiencias y reflexiones, han sido vitales para comprender la diversidad cultural de México y para el desarrollo del pensamiento indígena contemporáneo. Los motivos de la selva quiere mostrar en qué medida la extraordinaria calidad de la fotografía mexicana ha jugado un papel central en la construcción de la narrativa zapatista y cómo esta presencia ha permeado en nuestro imaginario colectivo. Este ejercicio se complementa con los trabajos documentales en video cuyos realizadores no son ya profesionales ajenos a las comunidades zapatistas sino jóvenes indígenas formados en los procesos de enseñanza zapatista autónoma. Reunir estas miradas diversas en el Colegio de San Ildefonso tiene la intención de acercarnos a esta realidad, con la finalidad de propiciar la reflexión sobre la experiencia zapatista y los cambios profundos que han operado en estos pueblos en términos sociales y productivos, educativos y culturales, de gobierno y representación, al tiempo que proponemos revitalizar la escucha de los motivos que hoy obligan a estas comunidades a cerrar sus territorios y replegarse sobre sí mismas, modificar las formas de gobierno autonómico y comunitario, organizar su convivencia y replantear sus formas de resistencia, mismas que a lo largo de estos años han sido ejemplo, referencia e inspiración, para otras comunidades, fundamentalmente indígenas, pero no solo.
Antecedentes
Levantamiento Zapatista: 1 de enero 1994
Militarización
Nuevas Miradas